lunes, 21 de agosto de 2017

El pasillo

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando los vi.
En mi rostro se dibujó una expresión de estupefacción
estabas tan feliz, tu sonrisa era amplia, tus ojos brillaban
Todo tu cuerpo estaba inclinado hacia el de ella,
y ella estaba firme con sus delicadas manos agarrando tu chaqueta.
Tus manos tocaron su cintura y pude ver incluso a cuatro metros de distancia como ella se estremecía.
Sus labios rojos besaron los tuyos
Aparté la mirada.
Miré mis pies, firmes en el suelo. Había jurado que me había desvanecido.
Los miré de nuevo, ahora con un nudo en la garganta.
Sonrió, tus ojos color chocolate se derritieron, y caí.
Caí en un vacío lleno de soledad de nuevo. Lleno de preguntas.
Mi orgullo se sintió aplastado por la vergüenza.
La vergüenza propia, por creer, a solas en mi habitación, que tus miradas en el pasillo eran algo más que solo miradas. Por creer que nuestros encuentros casuales eran un intento tuyo por estar cerca mio.
Los miré de nuevo y me viste.
No aparte la mirada como hice las otras veces, no sé que habrás visto en mis ojos porque me miraste confundido. Te mire por unos segundos más,  y luego seguí caminando por el extenso pasillo, dejando atrás la historia de amor que había imaginado, nuestra primera charla, nuestra primera cita  y nuestro primer beso, lo que podría haber sido, lo que no fue, pero lo más importante, aunque tú no tenías ni idea, te dejé a ti.



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